¿Tienen derecho los animales?
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MIENTRAS LOS ANIMALES SIGAN SIENDO “COSAS” PARA EL DERECHO, POCO SE PODRÁ HACER POR ELLOS
GERARDO LAVEAGA: A pesar de los esfuerzos de importantes organizaciones de la sociedad civil en México y en el mundo, parece que subsiste el menosprecio por los animales. Permítame comenzar nuestro encuentro con la pregunta que le da título: ¿tienen derechos los animales?
CÉSAR NAVA: En 2024, no podríamos responder afirmativamente tal pregunta porque los animales todavía son considerados cosas por la norma jurídica y, por tanto, no son sujetos de derechos. Recordemos que en el Derecho, las cosas no pueden tener derechos.
ANA MARÍA RAMÍREZ: Aunque, desde luego, podrían tenerlos si la ley se los otorgara, como sí se les otorga cierta protección a algunas especies en algunos casos.
TERESA AMBROSIO: Es un logro es que, en algunas disposiciones jurídicas, como la Constitución de la Ciudad de México, ya se hable de seres vivos sintientes y que, desde el ámbito civil, administrativo y hasta penal se les proteja.
LAVEAGA: ¿Creen ustedes que sería conveniente otorgarles derechos?
NAVA: Para responder a tu pregunta, hay que decidir, antes, si eso es lo que realmente queremos. Mi respuesta es que, al concederles derechos, tendríamos como sociedad más que ganar, de lo que podríamos perder. Ganaríamos ser un país más justo y con menos violencia, y perderíamos esa sensación, comportamiento o hábito de dominación, diversión y glotonería.
AMBROSIO: No debe decidirse con una visión antropocéntrica. Los animales son parte del medio ambiente y hasta la ONU, en su Declaración 20/30, señala la importancia de proteger el medio ambiente y a los animales.
RAMÍREZ: Al dotarlos de derechos, dejaríamos de verlos como propiedad privada. Esto nos haría mejores seres humanos. Después de todo, nosotros somos también animales. En alguna época, nos preguntábamos si debíamos “otorgar” derechos a los negros y a las mujeres. La arrogancia, el negarnos a mirarlos como parte de un todo, puede acabar más rápido con nuestra propia especie.
LAVEAGA: Hablas de la arrogancia. ¿En esto consiste el especismo?
RAMÍREZ: El especismo es una forma de discriminación: “el ser humano cree que es superior a los animales, y por ello, los domina y aprovecha solo porque considera que no tienen las mismas capacidades”. No somos iguales en algunos aspectos —y tampoco hemos descubierto todo de ellos para comprender sus características—, ¿eso nos permite torturarlos?
AMBROSIO: La discriminación no es sólo un tema jurídico. Tiene que ver con la antropología y la zoología, con la psicología y la biología… tenemos que combatirla desde diversos frentes y desde lo interdisciplinario
NAVA: Reconocerles derechos significaría salvarlos de la violencia y el sufrimiento desde todos los frentes. El clasismo, el racismo y el especismo nunca han dado buenos resultados. ¿Queremos ser una mejor sociedad, una sociedad más justa? El especismo, de hecho, comienza con el lenguaje. Cuando decimos “maté dos pájaros de un tiro” o insultamos a una persona llamándola “animal”, estamos practicando un tipo de “especismo” ” inadmisible.
LAVEAGA: Te referiste hace un momento a la diversión que se perdería al dar derecho a los animales, César. ¿Aludías a las corridas de toros, por ejemplo?
RAMÍREZ: Hay quienes,como Mario Vargas Llosa, dicen que la fiesta brava salva a cierta especie de toros de la extinción, pero es importante señalar que el toro de lidia no es una especie: es un biotipo que surgió de la experimentación del bos taurus. Tiene razón Tere cuando dice que debemos abordar el problema de modo multidisciplinario: ¿Qué nos dicen la psicología, la sociología y la filosofía sobre el uso de pieles de animales y las peleas de gallos? ¿Qué nos dice la zoología? Cada especie debe ser tratada y protegida jurídicamente de forma diferente, atendiendo al principio interespecie.
AMBROSIO: La crueldad y el maltrato a los animales es, a menudo, un inicio para que otras personas practiquen esa crueldad y ese maltrato con otros seres humanos. Proteger a los animales es proteger a las personas, por ser ellos, parte de los indicadores criminológicos para la prevención de violencias o delitos que se cometan en contra de seres humanos.
LAVEAGA: ¿Qué dirían acerca de la experimentación científica, donde los animales sufren para salvar vidas humanas?
AMBROSIO: Ya hay criterios de bioética y comités para determinar la necesidad de hacerlo. En el caso de la industria cosmética, para prohibir la experimentación con animales. La Humane Society ha impulsó una campaña y un video “Save Ralph” en español Salva a Ralph, muy difundidos al respecto ¿Conocen ustedes el del conejo que cuenta cómo le dejan ciego y sordo?
NAVA: Esa es una pregunta difícil de responder. Bien podría aplicarse el criterio que he llamado “entre la supervivencia y la alternativa”. Si tenemos la alternativa de hacer algo sin maltratar o matar animales, hagámoslo sin que eso ocurra; pero la pregunta es ¿qué pasa si está de por medio nuestra supervivencia como seres humanos y no tenemos alternativa?. Las éticas animalistas están divididas. Los radicales dirían que nunca, en ningún caso, deben utilizarse con fines de experimentación; otros consideran —yo entre ellos— que si la supervivencia del ser humano depende del experimento en animales y no existe alternativa, podría ser la única excepción para llevar a cabo tales actividades. Pero soy enfático: se trata de una excepción, no de una regla. Ciertas vacunas, obtenidas de la experimentación animal, han salvado muchas vidas humanas.
RAMÍREZ: Pues yo soy una radical. Exista o no alternativas, nunca debe experimentarse con animales. Creo, que si se experimenta con personas, los resultados de un fármaco, pueden ser mejores. Se puede, incluso, ofrecer recompensas a aquellas que accedan a que sus cuerpos sean cuerpos de experimentación.
LAVEAGA: ¿Y en cuanto a comérnoslos? RAMÍREZ: Tampoco. ¿Dejaríamos de existir si no nos los comemos? Ya hay al ternativas para la carne, a partir de células animales. Se trata de carne real, no artificial, lo cual permitirá que los animales no sufran. La industria cárnica ya está en ello.
AMBROSIO: Todo implicará aspectos de salud y un cambio cultural enorme, pero hay que apostar por él. Recientemente, leí el libro Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas, de la autora Melanie Joy, que recomiendo a todo el mundo.
NAVA: El tema de comernos o no a los animales está en el centro del debate entre los abolicionistas y la mayoría de los bienestaristas. No tiene una sola respuesta, pero si se quiere ser consecuente con reclamar derechos a todos los animales, entre ellos a los que nos comemos, sean vacas, cerdos, peces, camarones, etcétera, la ética que debe adoptarse es la abolicionista o veganista. Pero tampoco es que sea sencillo ser vegano, incluso y particularmente por razones de salud.
LAVEAGA: ¿Qué se espera del Derecho en este escenario?
NAVA: Por lo pronto, que establezca un rumbo de prioridades, criterios y principios coherentes y congruentes con la ética animal y, con los derechos de los animales. Nuestro “orden jurídico” es un desorden. Legisladores y jueces (también políticos) opinan sin fundamento, y tanto leyes como sentencias, discursos políticos en el México actual tienen a nuestro país inmerso en un mundo de contrasentidos y aberraciones jurídicas.
RAMÍREZ: Al discutir una reforma a la ley, ninguna “cosa”, es decir, ser vivo, se podría beneficiar sin que los descosifiquemos. Los registros de animales de compañía o de otro tipo de animales no humanos, son pura demagogia: no sirven para nada.
AMBROSIO: De acuerdo. Mientras los zoológicos siguen sirviendo sólo para conservar como el caso de los osos panda, la totoaba la vaquina marina, etc, porque hay un Libro Rojo de las Especies, que se encuentran amenazadas y en peligro de extinción, que se encuentran amenazadas y en peligro de extinción, queda mucho por explorar en este campo.